Ciclo C

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

JUEVES SANTO. DÍA DEL AMOR FRATERNO. 17 DE ABRIL DE 2025

Ex 12,1-8.11-14: Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor.

Sal 115: El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo.

1Co 11,23-26: Haced esto en memoria mía.

Jn 13,1-15: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”.

A la mesa hay que llegar con las manos limpias; también con el corazón vacío y la lengua y el oído dispuestos para la conversación. Allí se servirán dos clases de manjar: el que se escucha y el que se ingiere; ambos para alimentar el cuerpo, mente y corazón.

En el banquete se estira la mesa con mayores preparativos y con algún motivo singular para el encuentro: alguna alegría de la vida. Más alimentos, más comensales, el ajuar reservado, más tiempo… más razones para la celebración. Cuidado con quedarse solo en el alimento o solo en la tertulia, se disfrutará a medias o menos incluso. Cuidado con no estirar la mesa más allá de la mesa, más allá del presente, porque cada banquete es un encuentro de historias y de tiempos.

En la mesa familiar confluyen distintas generaciones y se advierten tradiciones familiares y comunitarias distintas, que suelen proceder de antiguo. El alimento es la respuesta al trabajo y sus sacrificios, expresión del servicio de quienes produjeron, elaboraron, cocinaron y llevaron hasta la mesa. Más todavía, el cuidado de un Dios Padre que nos ha dado la vida y quiere nuestra prosperidad.

La palabra es la expresión de lo que guarda el corazón y que se comparte en la conversación. Se expone la vida ante el interlocutor donde pueden aparecer triunfos, preocupaciones, dudas, inconformismos. Una vez concluido, saldremos del banquete bien alimentados y dispuestos a seguir luchando, convencidos de que merece la pena vivir.

Los judíos se sabían comensales de un Dios anfitrión una vez al año. Reunidos por familias, preparaban y celebraban la Pesaj, la Pascua, donde conmemoraban la liberación de Egipto, con la esperanza de una liberación definitiva y la llegada del Mesías.

Pablo recibió una tradición vinculada a un banquete. Él dice que tenía su origen en la misma última cena del Señor y los partícipes de este acontecimiento lo habían transmitido. La tradición viva no es la que informa sobre contenidos, sino la que celebra, la que vive una realidad dinámica, transformadora. Aquel banquete tenía el poder de cambiar vidas. De una cena singular, el Señor hizo un banquete universal y eterno donde se destilaba su historia hacia atrás y hacia adelante: recogía su vida y anticipaba su muerte y su resurrección y el envío del Espíritu Santo. De este modo nos dejó una celebración hacia la eternidad donde conmemoramos que está vivo y da vida; que vive y quiere hacernos partícipes de su vida eterna.

Junto con la institución de ese acontecimiento también configuró a los servidores del banquete, para que lo preparasen y lo sirvieran, con manjar de palabra y de comida, el mismo Cristo Palabra de Dios, el mismo Cristo hecho pan transustanciado.

Y este banquete se estira y se estira… buscando alimentar a los hijos de Dios y crear fraternidad. No hay filiación sin amor; no hay fraternidad sin servicio, servicio de amor.

¡Feliz el apetito que hambrea este banquete de Dios y de servicio, que nos mueve estirarnos para hacer de nuestra vida lugar de encuentro con el Señor y los hermanos!