Lucas 19, 28-40: Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén.
Is 50,4-7: El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulos, para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Fp 2,6-11: Por eso Dios lo exaltó sobre todo.
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 22, 14 – 23, 56
Tomó Jesús la iniciativa y se echó a andar delante. Todos alrededor conocerían bien que iban hacia Jerusalén, con la fiesta de la Pascua judía de fondo. No cabía dirigirse a otro lugar, pero el Maestro iba a la cabeza. El que va por delante no es solo el que llegará el primero, sino el que se arroja al combate como vanguardia, el que sufre el primer envite, el que se expone a los peligros, el que pisa terreno inexplorado y desconocido para el resto. Pero, por delante de Él, se encontraba el Padre, en quien pone su confianza para llegar al destino, para recibir el Espíritu Santo que lo guíe.
Los de detrás quedan protegidos por el que los anticipa y ponen en Él su confianza para ser guiados adonde no saben. Pero, ¡cuidado con despistarse! No basta con dejarse llevar por la masa, porque esta tiende a descuidarse, perdiendo la referencia del Maestro que les antecede, y dar bandazos hacia un lado y otro, querer atajar el camino, innovar por otras rutas, detenerse ante ciertas plazas, embelesarse con pasadizos, monumentos o titiriteros. Tampoco basta con que cada cual vaya a lo suyo. Si allí delante va el Maestro, sigámosle, que Él sabe. Y además es el portero que nos abrirá las puertas de lo que estos días viviremos en aquella Jerusalén a la que entró triunfalmente. La ciudad tenía siete puertas, los misterios que celebramos estos días tienen otras tantas y el único que puede ayudarnos a penetrar en su celebración es Jesucristo.
Primera puerta: su reconocimiento como el Mesías esperado. ¿Sabrían o no? ¿Se dejarían llevar por la euforia del momento? Al Mesías se le estaba esperando desde hacia mucho tiempo…
Segunda puerta: la institución de la Eucaristía y, en torno a ella, del sacerdocio. La centralidad del amor fraterno en torno a la Comunión eucarística. Se llenará de luz tras su muerte y resurrección y el envío del Espíritu Santo.
Tercera puerta: La entrega en Getsemaní, su pasión antes de la Pasión.
Cuarta puerta: El juicio y la condena, la crucifixión y la muerte.
Cuarta puerta: la espera en el silencio del sepulcro; la densidad de la muerte más allá de la Cruz y el descenso a los infiernos.
Todas estas puertas para llegar a la definitiva, la que da sentido a todo lo anterior, la que celebraremos en la Vigilia Pascual y cada día de la vida cristiana.
Dejemos que vaya Él delante, que sabe, que puede, que ama.