Ciclo C

Exposición del Santísimo

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  • San Pedro Apóstol

  Todos los JUEVES de 19.30 a 20.30

  • Santa María la Mayor

  Todos los DOMINGOS de 19.00 a 19.30

  • Las Mínimas

  Todas las MAÑANAS de 9.30 a 13.00

Acercate a la Oración

jesus 7502413 1280«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos hoy nuestro pan de cada día, perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en tentación”»  

Si quieres orar y estar junto a Jesús lo puedes hacer... 

 Todos los VIERNES a las 20:00 horas.

 En la Parroquia de SANTA MARÍA la Mayor.

DOMINGO XXIII DEL T. ORDINARIO (ciclo B). 7 de septiembre de 2025

Sab 9,13-19: Le envías tu santa espíritu desde lo alto.

Sal 89: Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Fm 9b-10. 12-17: Como a un hermano querido.

Lc 14, 25-33: El que no renuncia a sus bienes no puede ser discípulo mío.

 

Nos gusta echar cuentas en la medida en que la tarea nos beneficia. El ingenio se incentiva buscando una buena oportunidad, el mejor precio, las mejores prestaciones, una buena calidad. Solemos desenvolvernos bien en la adquisición de los productos de inmediata necesidad e incluso algún que otro de segunda o tercera. Y no nos importa invertir tiempo y energías comparando precios y calidades con el propósito de poder disponer de más dinero para adquirir más o ahorrarlo. En otro orden se encuentran las inversiones en bienestar físico, promoción profesional, formación personal, relaciones sociales, ocio. Las cuentas salen mientras nos rente lo que conseguimos a costa de lo que gastamos. Y podríamos con ello cerrar el balance que nos interesa, si con esto se solventase lo necesario para vivir. De hecho, la inversión prioritaria y más arriesgada no es la que involucra nuestro dinero o recursos, sino la propia vida.

El libro de la Sabiduría incita a echar otro tipo de cuentas, aquellas hacia las que apunta el espíritu de Dios, que ilumina mente y corazón para esclarecer si aquello en lo que estamos invirtiendo tiempo, preocupaciones, recursos… realmente nos merece la pena, nos acerca a Dios, nos eleva humana y divinamente.

La advertencia de Jesús rompe esquemas aritméticos, porque mueve a apostarlo todo a un propósito, seguirlo a Él. Los vínculos más fuertes, a nivel matrimonial y familiar, quedan postergados por la relación con Cristo, de modo que se convierte en el criterio de testificación de una actividad o proyecto: “Me acerca o me aleja del Señor”. Es decir, que toda inversión que se haga, ha de estrechar nuestro vínculo con Él y, consecuentemente, provocar en nosotros crecimiento personal y comunitario.

Las cuentas, de parte de Jesús, vienen coloradas por medio de dos parábolas. La primera la del proyecto de construcción de la torre. Este edificio fortificado es un lugar de vigilancia que permite divisar al amigo y al enemigo, anticiparse al ataque y a la bienvenida. Y la atención para ello requiere un gran esfuerzo: no solo estar, sino estar atento, espabilado, en tensión. Cuanto más alta la torre, desde más lejos se avistará lo que tenga que venir. Pero, contando con los recursos personales, no se deberá edificar por encima de las propias capacidades, es decir, no es apropiado involucrarse en aquello a lo que no alcanzo o no se me pide que llegue. El rey y su ejército no solo se juegan la victoria, sino también su credibilidad, la protección del reino y muchas vidas humanas. Si no está seguro de la victoria, deberá buscar condiciones de paz, aun no ventajosas, para evitar el desastre: la derrota. Va la vida en ello. Desde ahí, el siguiente cuestionamiento: “¿Merece la pena el combate, exponer la vida y morir? ¿Por qué cosa? A los cristianos solo nos vale hacerlo por alguien, por Cristo, el que dio su vida por nosotros. Si lo que hacemos no nos allega a su persona, no nos configura más con Él, estamos malgastando la vida, muriendo sin fruto. ¡Qué mala inversión! El único elemento de valor que poseemos, nuestra vida, despilfarrada en tantas cosas, pero que olvidan lo principal. ¿Cómo no hablar de fracaso, de bancarrota y ruina, si vivimos al margen de nuestro Señor?

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