Ciclo B

Exposición del Santísimo

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  • San Pedro Apóstol

  Todos los JUEVES de 19.30 a 20.30

  • Santa María la Mayor

  Todos los DOMINGOS de 19.00 a 19.30

  • Las Mínimas

  Todas las MAÑANAS de 9.30 a 13.00

Acercate a la Oración

jesus 7502413 1280«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos hoy nuestro pan de cada día, perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en tentación”»  

Si quieres orar y estar junto a Jesús lo puedes hacer... 

 Todos los VIERNES a las 20:00 horas.

 En la Parroquia de SANTA MARÍA la Mayor.

DOMINGO II DE ADVIENTO (ciclo A). 7 de diciembre de 2025

Is 11,1-10: Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé.

Sal 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

Rom 15,4-9: Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros.

Mt 3,1-12: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»

 

De lo que queda de un tronco talado al ras de suelo podemos intuir el tamaño, la edad e incluso de árbol que fue, majestuoso o modesto. Pero, lo que es nos manifiesta una realidad frustrada, un proyecto desolado y truncado abocado a la inutilidad y la desaparición sin que haya opción a esperar nada de él. Sin embargo, el profeta Isaías utiliza el simbolismo visual de esta metáfora para acercarnos a la realidad del su pueblo, el Pueblo de Dios, asolado y destinado a la extinción, a no ser por un pequeño brote, un vástago que surge de la destrucción. El poderoso tronco de Jesé, blasón de reyes, ha sido cercenado casi de raíz. Solo quien aguarde en el Señor avistará ese retoño que trabaja para elevarse y abrir el corazón a la esperanza. Tan tierno aún, tan expuesto a la desgracia, pero habitado por el Espíritu de Dios que le entrega sus dones. El valor de esa brizna se encuentra en la protección y el alimento que el Señor le da y anticipa al mismo Cristo y a nosotros con Él, como injerto que somos suyo.

            Mientras haya brote nada está acabado, se aviva la esperanza, hasta el punto de anunciar un mundo de armonía donde, incluso los animales antagónicos, vivirán en paz y sin sufrir daño alguno, una realidad, como canta el salmo, donde florece la justicia y la paz con abundancia.

            San Juan Bautista trabaja también para suscitar la esperanza entre el pueblo, aunque con contrapunto con respecto a Isaías. El brote del que hablaba el profeta, donde reposa el Espíritu de Dios, debe ser cuidado y, para ello, despejado de cuanto impida su crecimiento hacia Dios. Por eso Juan llama a la conversión, pidiendo un cambio real de vida. Hay que cuidar el vástago que anuncia esperanza; tenemos que cuidarnos nosotros para poder participar del retoño del tronco de Jesé, que anuncia como el que va a bautizar con Espíritu Santo y fuego. Es especialmente exigente con saduceos y fariseos, dos de los grupos más religiosos de su entorno. Sin embargo, los primeros pueden aferrarse al poder por encima de su fidelidad al Altísimo; los segundos, pueden poner la ley por encima de las personas y del mismo Dios. No basta con ser “hijos de Abrahán”, sino que tiene que haber un esfuerzo real por convertirse. El vergel de justicia y de paz tiene su principio en la misericordia del Señor, que no será eficaz en nosotros si no hay verdaderamente una conversión hacia Él. Y qué tristeza cuando Dios pase su fuego por nosotros y consuma como paja mucho o todo, porque no halló nada consistente.

            Lo que comenzó en Dios, ha de ser asimilado por sus fieles y debe llevar a la comunión fraterna. La sociedad próspera será la que aprenda, con la paciencia y la justicia del Señor, a estrechar vínculos de acogida y de paz. Una familia así proclama la gloria de Dios en lo que vive y celebra. San Pablo insiste en ello para la comunidad de Roma. ¿Y si entendiésemos y viviésemos en la Iglesia como ese retoño brotado en el tronco de una sociedad asolada por el olvido de Dios, la búsqueda infructuosa, las heridas de unos contra otros? Nuestra vida cristiana, habitada por el Espíritu Santo, no puede dejar ocasión para la esperanza en nuestro entorno. El árbol cortado en su base pudo ser, pero ya no es, no se agota en el fracaso; Dios ha triunfado en su Hijo, el pequeño vástago de Jesé que da vida, por eso lo esperamos mientras vamos convirtiéndonos a su Evangelio. En Él nuestra esperanza y nosotros mensajeros de esperanza para otros en la medida en que participemos de Él. 

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