Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO. Domingo 29 de junio de 2025

Hch 12,1-11: “Date prisa, levántate”.

Sal 33: El Señor me libró de todas mis ansias.

Tim 4, 6-8. 17-18: Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.

Mt 16, 13-19: “Te daré las llaves del Reino de los cielos”.

 

Quien manda encerrar tiene la certeza de que él se queda libre y el prisionero es el arrestado. El rey Agripa, también llamado Herodes, contaba con la potestad de encarcelar y liberar a su antojo, incluso de matar o dejar con vida. Mató al apóstol Santiago y, viendo que esto alegraba a los judíos, mandó a la prisión a Pedro. Cuando se libera algo, otra cosa queda presa. Liberando el gusto por agradar, quedó detenida la justicia; desatando la violencia, mantenemos en prisión la mansedumbre.

Y frente a estos soberanos con poder para atar y desatar, ¿qué es lo que hace Dios y dónde se encuentra? En principio nos muestra cuál es la verdadera libertad, que no consiste en la capacidad para hacer y moverse sin restricciones, sino en cumplir su voluntad, trabajar por el bien, la verdad, la justicia… en la vía pública sin mordazas o encadenado en una mazmorra recóndita.

A Pedro lo apresaron y allí se le presentó un ángel en la noche para liberarlo. Las cárceles son, por lo común, oscuras. La luz le llegó a Pedro por medio de un mensajero divino y lo liberó sin esfuerzo. Iluminaban también la luz de la luna y la de las antorchas de los pasillos, pero ninguna penetraba liberadora como la que acompañaba al ángel amigo, enviado del Amigo. A Pedro le pareció un sueño, pero él dejaba que lo guiase el mensajero, hasta que llegó al exterior y pudo comprobar que era verdad. Y es que, a veces, hasta no haber recorrido un camino de pasillos inciertos y encontrarnos al aire libre, no somos conscientes de que Dios nos ha guiado y liberado. En el trayecto ha tenido que prevalecer la confianza.

El rey Agripa lo hizo preso, Dios lo hizo libre, pero ya lo había liberado antes de su paso por la cárcel, porque lo había perdonado. No puede existir verdadera libertad sin perdón, que es una expresión del amor; no hay libertad real sin amor. Es el poder que nos ha dado Dios vinculado al atar y desatar y, de un modo singular a Pedro, como Piedra, fundamento de unidad y comunión en su Iglesia, cimentado sobre su confesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. También nosotros participamos ese poder de atar y desatar: somos soberanos de nuestra propia vida para enviarnos a la cárcel del odio, la envidia, el olvido de Dios… o para liberarnos acogiendo al Espíritu Santo que nos hace reconocer a Dios como Padre y nos une en fraternidad.

San Pablo también fue libre para obedecer a Dios antes que a los hombres, antes que a ciertos sectores de la Iglesia que querían retener la fe solo entre los que eran judíos o cumplían sus tradiciones. El Espíritu Santo liberó de aquel peligro de cadenas. Y ambos apóstoles se dejaron encadenar para la mayor libertad, que es dar la vida por Cristo. Murieron mártires y Dios los hizo libres para la eternidad.