Ciclo B

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO III DE PASCUA (ciclo C). 4 de mayo de 2025

Hch 5,27b-32.40b-41: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Sal 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Ap 5,11-14: Los ancianos se postraron y adoraron.

Jn 21,1-19: “Otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”.

 

            Prefería Pedro obedecer a Dios antes que a los hombres, aun siendo estos hombres de religión. No siempre los caminos de Señor son los mismos que los de los humanos, aunque estos sean autoridades religiosas. Se había elevado una nueva autoridad en lo divino, la que estaba fundada en la Palabra encarnada. Jesucristo era el criterio para la obediencia a Dios.

Como Palabra, la obediencia empieza por la escucha, tras la que viene nuestra respuesta. Un reclamo, una solicitud que puede venir de fuera o de dentro, nos está pidiendo contestación. De fuera: personas o colectivos; de dentro: nuestros deseos, apetitos, ilusiones, conciencia… En la decisión desvelamos qué posición tomamos y cuáles son nuestros intereses; nos construimos. Entre esos mimbres podemos encontrarnos con mandatos de Dios, pero hay que saber distinguir lo que viene de Él y lo que no, para responder obedientemente a Dios antes que a los hombres. Esto requiere un trato habitual con la Palabra, con Jesucristo.

            La obediencia a Dios puede traer complicaciones, primero, porque puede suponer oposición a nuestros propios gustos o intereses; segundo, porque puede despertar oposición, rechazo o indiferencia por parte de otros. A los apóstoles les agradó recibir ultrajes por el nombre de Cristo. Él había dado su vida por ellos, qué menos que defender su Evangelio entre los hombres.

            En la tercera aparición de Jesús resucitado entre sus apóstoles pidió tres cosas: que echasen las redes a la derecha de la barca, que le llevasen lo pescado, que comieran. Es Dios quien hace fecundos nuestros esfuerzos cuando Él quiere, cuando se escucha su voz y se cumple; es Dios quien prepara una mesa con el cuerpo y la sangre de su hijo para alimentarnos. Ya a solas con Simón Pedro le manda tres veces, tras tres preguntas, que apaciente y pastoree a sus ovejas y corderos. La obediencia a estas órdenes lo llevará finalmente al martirio, a morir por su Señor, como su Señor.

            La consecuencia última de la obediencia a Dios puede llevar a lugares amargos. Estos nos acercan a la expresión de la obediencia máxima de Jesús con su Padre: dar la vida por amor.

¡Dios nos libre de las desobediencias a Dios y las obediencias a las cosas que no vienen de Él!