Ciclo A

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO VI DEL T. ORDINARIO (ciclo A). CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE DE MANOS UNIDAS. 12 de febrero de 2023

Eclo 15,16-21: A nadie dio permiso para pecar.

Sal 118: Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

1Co 2,6-10: El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

Mt 5,17-37: Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

 

Con una herramienta tan impresionante como la libertad, cada cual puede hacer lo que quiera. Ahora, ha de atenerse las consecuencias de sus elecciones. Hablar de la libertad como “herramienta” es poca cosa o cosa confusa, pues es más bien esencia de nuestra humanidad, gracias a la cual somos protagonistas de nuestra propia historia. A la libertad la preceden las normas, como criterios en los cuales se basa para decidir. Siempre, siempre, tras una elección, hay alguna norma: ya sea llegada de fuera o impuesta desde dentro, elegimos en función de algo, que puede ir desde “porque me apetece” hasta “porque creo que es lo justo”. Puede que lo que apetezca no sea lo más conveniente, o que lo se busque en primer lugar sea lo que beneficia a muchos, a costa del propio gusto. Por esto, incluso antes de las normas que sostienen nuestras decisiones, hay unos principios o valores.

               La Palabra de Dios recuerda estos principios de amor al Señor y a los demás, a través de unas normas que son los mandamientos. Mirar hacia los otros, sea divino o humano, no implica renunciar al bienestar de uno mismo, como si el que elige fuera el gran perdedor de la moral cristiana, sino que las Escrituras recuerdan que este solo es el camino para tener vida, para ser feliz. El respeto de Dios por nuestra libertad es exquisito, y Él, libremente, se toma la licencia de amarnos infinitamente y atendernos pacientemente en cada momento. La respuesta al amor de Dios no puede ser otra que el amor, que parte de la confianza en que Él quiere lo mejor para nosotros y, por ello, hemos de estar atentos a lo que nos dice, lo que nos lleva a cumplir su voluntad. Es decir: tendríamos que estar convencidos de que lo que Dios quiere para nosotros es lo mejor que podemos escoger, en base a la fe en él, en el caso de que, para nosotros sea de fiar. La voluntad divina puede sernos conflictiva cuando choca con otros intereses personales o confusa cuando no sabemos exactamente que nos pide. En ambos casos la Palabra de Dios invita a profundizar en la relación con Dios, que nos da su Espíritu, y ser pacientes. La libertad crece en la paciencia.

               El Evangelio nos habla de tres ámbitos fundamentales para la elección: la relación con los otros, la relación con Dios y la relación en el matrimonio. Los dos primeros se recogen en el “amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Apela a los mandamientos sabidos de todos, pero ahonda en su implicación. “No hagas al otro nada incompatible con el amor”, podría decirse, lo que lleva a evitar, no solo la agresión, sino la falta de respeto, el insulto,  la indiferencia, la crítica, el aprovechamiento indebido… Y cualquier normativa en este sentido se queda corta en comparación con el principio de amar a los otros como a uno mismo. Aquí se integra también el debido cuidado para quienes tienen necesidades. La campaña contra el hambre que anualmente prepara Manos Unidas nos recuerda a los hermanos que no vemos, pero que no debemos dejar de amar, teniéndolos presentes, orando por ellos y por la justicia en el mundo, y compartiendo nuestros bienes, porque “Frenar la desigualdad está en tus manos”, como nos interpela el lema de este año.  

               La relación con Dios se fundamenta en la confianza en su amor. El evangelio Mateo llama la atención sobre el uso interesado e instrumentalizador del nombre de Dios. Está lejos del amor utilizar al Señor o querer manipularlo. Lamentablemente se le ha usado muchas veces para justificar incluso la violencia o la misma pobreza.

               Por último, algo que se podría encuadrar en el mandamiento del amor al prójimo tiene un tratamiento especial: el matrimonio. En este caso, Jesús parece querer proteger el amor contra una de las mayores agresiones hacia este: la infidelidad. La decisión hacia la traición se mueve por la norma del gusto: “me apetece”, “me gusta”, y desatiende la norma de lo que más justo y lo que conviene, que es la que parte del amor. Dada la importancia del matrimonio, del compromiso entre los esposos, como cimiento de la familia y la sociedad, cualquier atentado contra el amor en él, lleva a heridas de consecuencias incuantificables.

               Dios nos ha regalado la libertad; pudiéndonos haber creado ya acabados, nos ha modelado imperfectos para que, con su Espíritu, seamos nosotros protagonistas de nuestra propia historia, abierta a tantas posibilidades y necesitada siempre de elección. Cuando resucitemos seremos plenamente perfectos, acabados, aunque antes hemos tenido que elegir muchas veces. Bien si lo hicimos para preparar esa resurrección, fatal si fue en contra. Dios no da a nadie permiso para pecar: ni para el mal, ni para la pasividad, ni para la renuncia de nuestras responsabilidades. Eso será una licencia que se tome cada uno y que lo lleva a la sumisión al mal y la infelicidad. 

Programación Pastoral 2021-2022