Horario de Invierno

Exposición del Santísimo Y Oración

 

Exposición del Santísimo 

En San Pedro Apóstol TODOS LOS JUEVES de 19.30 a 20.30

En Santa María TODOS LOS DOMIGOS de 19.00 a 19.30

En Las Mínimas TODA la mañana de 9.30 a 13.00

 

 

 

 

 

 

DOMINGO III PASCUA. 19 de abril de 2015

 

Hch 3,13-15.17-19: Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.

Sal 4,2.7.9: Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

1Jn 2,1-5: quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

Lc 24,35-48: Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

 

La mañana nos devuelve al hambre del día siguiente. Aunque nos hubiésemos acercado al sueño, aparece otra vez la necesidad del alimento. El estómago pide temprano, quejándose por todo el cuerpo, reclamando vida; y a él la vida le llega por el alimento que luego será distribuido por todo el organismo para que nada en él perezca.

 

También el Crucificado despertó con hambre, hambre de vida. A los muertos no les basta con el alimento cotidiano; necesitan otra nueva nutrición que les haga revivir y en una vida ya sin deterioro. El único que puede hacerlo es el Espíritu de Dios, alimento de resucitados. En las apariciones de Jesucristo resucitado a sus discípulos la comida está muy presente. En Emaús, a la orilla del lago de Galilea y en esta tercera aparición a los Once, como relata san Lucas.

 

Hizo falta comer para que lo reconocieran. No bastó su aparición, confundida con la de un espíritu; tampoco mostrarle las manos y los pies, con las huellas de su pasión; sino que hasta el momento de la comida no tomaron conciencia de que era verdaderamente el Maestro. Tantas veces habían compartido mesa con Él que les resultaría familiar su forma de comer. Pero no solo, sino que el banquete había tenido tanta importancia en la vida de Jesús (con publicanos, pecadores y fariseos) y en su cena de despedida, que este nuevo banquete tras su muerte (en este pasaje aparece comiendo solo, pero posiblemente lo estuviesen haciendo también los Once cuando se les aparece y Él les pide algo de lo que hay en la mesa) entenderían continuidad con los anteriores. El momento se prolongaría en otra gran comida, la Eucaristía.

 

La comida está asociada con la vida. Quizás haya resistencias a creer en el resucitado, aunque nos estremezcan y conmuevan los estigmas de su pasión, hasta que comamos con Él. Mejor aún, hasta que lo comamos a Él, que es comer su carne vivificada por el Espíritu.  Esta comida no solo sostiene en vida, sino que la acrecienta, provocando en quien lo prueba muchas germinaciones de vida. Una de las más fructuosas es la del perdón. Todos los pensamientos, gestos y actos de vida, que la promueven, la protegen, la acarician tienen que ver con esta presencia del resucitado. Desde Él se puede contemplar la historia humana, y en ella mi historia misma, como las delicadezas de Dios para cuidar mi vida y toda otra vida. La Palabra de Dios que nos ha hablado y sigue hablándonos solo adquiere luz plena en la resurrección de Cristo. Pero al resucitado solo se le puede reconocer comiendo con Él. No solo acudiendo a su comida (ir a Misa), sino sentándonos a su lado y no incomodarnos; compartir mesa con un condenado para salvar a los hombres; con uno con predilección por los menos amados; con perdón fresco para los pecadores...  con el dador de Vida y protector de toda vida. Es necesario tener un buen estómago para digerir esto, el que tienen los que se han ido acostumbrando mucho a compartir su pan con el Señor de la Vida y hacerse a un hambre de pan de eternidad que sólo Él da. 

Programación Pastoral 2021-2022